ASEDH – Asociación Educativa para el Desarrollo Humano
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Una etapa decisiva para el desarrollo humano integral

La primera infancia, comprendida aproximadamente desde la gestación hasta los ocho años de edad, representa una de las etapas más críticas y sensibles del desarrollo humano. Durante este periodo se establecen las bases estructurales, funcionales y emocionales del cerebro, así como las habilidades fundamentales que sostendrán el aprendizaje, la salud mental y el comportamiento a lo largo de la vida.

Diversos estudios en neurociencia del desarrollo han evidenciado que el cerebro humano es especialmente plástico en los primeros años, generando millones de conexiones neuronales por segundo, y siendo profundamente moldeado por las experiencias sensoriales, afectivas, sociales y cognitivas del entorno. Este proceso de maduración y reorganización neuronal —iniciado en la vida intrauterina— se ve influido tanto por factores genéticos como por la calidad de las interacciones tempranas y el entorno físico, emocional y cultural que rodea al niño o niña.

Durante la primera infancia, el cerebro triplica su peso, desarrolla funciones ejecutivas iniciales, establece circuitos para el lenguaje, la regulación emocional, la percepción sensorial y el control motor. Las investigaciones también demuestran que las experiencias adversas —como la negligencia, el maltrato o la falta de estimulación— pueden afectar de forma significativa la arquitectura cerebral, generando efectos que pueden persistir en la vida adulta si no son adecuadamente abordados.

La importancia de esta etapa no reside únicamente en el desarrollo de habilidades académicas tempranas, sino en la consolidación de las bases del desarrollo integral: físico, cognitivo, sensorial, emocional, social y moral. Por ello, tanto las políticas públicas como los programas educativos y de salud deben priorizar una atención integral a la primera infancia, promoviendo entornos seguros, enriquecidos y emocionalmente sostenedores.

En América Latina, la educadora e investigadora Anna Lucía Campos ha sido una de las principales impulsoras del diálogo entre la neurociencia y la educación en el campo de la primera infancia. Con más de tres décadas de experiencia, ha contribuido a la formación de profesionales y al diseño de propuestas que integran la evidencia científica con una mirada humanista del desarrollo, destacando la necesidad de comprender profundamente los procesos del neurodesarrollo infantil para transformar la práctica pedagógica y las condiciones institucionales.

Desde esta perspectiva, comprender la importancia de la primera infancia no es solo un imperativo técnico o científico: es una responsabilidad ética. Cada experiencia vivida en estos primeros años puede dejar una huella, y cada vínculo significativo puede ser una semilla de salud, aprendizaje y florecimiento humano.